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ESTUDIO BÍBLICO 7 - EL DÍA DEL PERDÓN


Dios estableció para Israel siete fechas de conmemoración, pero sólo una de ellas era día de luto nacional: Yom Kippur o Día de la Expiación. Un día sagrado que todo el pueblo debía guardar el 10 del mes séptimo del calendario (Lv 23:26-32). ¿Por qué ese día no era festivo y en cambio era duelo nacional? ¿Por qué debían ayunar? ¿Por qué debían guardar el reposo rigurosamente bajo pena de muerte? El objetivo de nuestra lección será descubrir el sentido espiritual de esta fecha en el calendario que los judíos recuerdan y guardan “llamativamente” hasta el día de hoy. La instrucción que da el Señor se dirige principalmente hacia Aarón y los sacerdotes, pero no exclusivamente a ellos ya que el pueblo tendrá participación en el ritual. Son 34 versículos que describen: los animales necesarios, las vestiduras que utilizará el sacerdote, el detalle de los sacrificios con el derramamiento de sangre, el chivo expiatorio, la purificación de los participantes y el deber de pueblo. Ningún otro sacrificio levítico anticipa la expiación que consumará Jesucristo en la cruz y ningún otro sacrificio demuestra la excelencia del sacrificio del Mesías en comparación con esta ceremonia que Aarón debía llevar a cabo.

La orden a Moisés Lv 16:1-2
Cuando Dios le entregó a Moisés los planos del diseño del Tabernáculo anticipó una breve referencia acerca del día de la expiación (ver Ex 10:9-10). No es extraño que la Biblia detalle las instrucciones acerca de esta ceremonia exactamente luego de la muerte de Nadab y Abiú quienes presentaron fuego extraño en el altar desobedeciendo las órdenes establecidas por Dios a Moisés.

Un día especial Lv 16:3-5,7
El día comenzaba como todos los restantes, con el Sumo Sacerdote cumpliendo sus deberes diarios ofreciendo el sacrifico matutino del holocausto continuo para luego quitarse las vestiduras habituales, lavarse y vestir el atuendo especial reservado solamente para ingresar al Santo de los Santos donde se encontraba el arca de la Presencia. Luego debía asegurarse de tener los animales requeridos: un toro (becerro) como su propia ofrenda por el pecado, dos machos cabríos como ofrenda por los pecados del pueblo y dos carneros que se presentarían como ofrenda quemada por Aarón y por el pueblo.

Primer ingreso al Santísimo Lv 16:6,11-13
El primer sacrificio consistía en ofrecer la sangre del becerro por el pecado del Sumo Sacerdote para purificación, esto lo habilitaba a realizar toda la ceremonia que iniciaba ingresando al lugar santísimo con incienso ardiendo que depositaba para crear una nube o humareda que atenuaba a su vista la gloria de Dios manifiesta dentro del santuario; de esta manera resguardaba su vida (comparar la reacción de Isaías ante la visión del trono Is. 6:1-5).

Segundo ingreso al Santísimo Lv 16:8-10, 14
En un segundo ingreso, Aarón tomaba la sangre del becerro y la rociaba en el propiciatorio 7 veces haciendo así expiación por su propio pecado, pero será el único día del año que se le permitirá ingresar. Luego debía echar suertes (con el Urim y Tumin) entre los dos machos cabríos designados para el pueblo, ya que uno sería sacrificado (chivo propiciatorio) y el otro expulsado al desierto (chivo expiatorio).

Tercer ingreso al Santísimo Lv 16:15
El primer macho cabrío se sacrificaba como ofrenda por el pecado del pueblo y su sangre era llevada por el sacerdote quién ingresaba por tercera vez al Santo de los Santos y aplicaba la sangre como lo había hecho con la sangre de su propia ofrenda por el pecado haciendo así reconciliación para los hijos de Israel. Nadie podía estar dentro de la Tabernáculo cuando ingresaba Aarón que, luego de rociar la sangre sobre el propiciatorio, se retiraba y el pueblo esperaba verlo salir para confirmar que el sacrificio había sido aceptado. El trabajo lo debía hacer sólo él, del mismo modo, Jesucristo deberá realizar la redención de su pueblo únicamente él (Sa 22:11).

Purificación del santuario Lv 16:16-19
Así la limpieza del lugar se realizaba por la aspersión de la sangre de ambos animales, pero sin nadie para ayudar o mirar dentro (ver Lv 16:17). De esta forma se LIMPIABA el santuario de toda contaminación a causa de las impurezas de los hijos de Israel, de sus rebeliones y sus pecados y el tabernáculo de reunión el cual asentaba en medio del pueblo impuro (ver Lv 16:16). A continuación, con la sangre de ambos animales que todavía estaba en posesión de Aarón, éste hacía expiación por el altar de los sacrificios que se hallaba a la entrada de la tienda (ver Lv 16:18- 19) quedando así también limpio de toda contaminación provocada por las impurezas del pueblo que presentaba allí sus sacrificios diariamente.

La necesidad de limpieza nacional
Hasta aquí queda claro que el sistema levítico preveía con estos actos la purificación requerida debido al pecado no reconocido y no confesado de los sacerdotes y del pueblo. Debemos recordar que la Ley permitía por medio de las otras ofrendas ya estudiadas la expiación de pecados cometidos por ignorancia o desconocimiento; pero quienes pecaban “a sabiendas” debían ser cortados del pueblo (un eufemismo para indicar la pena de muerte). Este día ponía de manifiesto que nadie estaba “libre de todo pecado” debido a que toda persona está marcada por la impureza al ser descendiente de Adán y por ello no puede alcanzar la santidad requerida por Dios para ser aceptada delante de su presencia (Ro 3:9-10, 5:12). Dios hacía un esfuerzo por permanecer en medio de un pueblo cuyo estado de impureza espiritual contaminaba todo el lugar de su residencia, por eso este día de limpieza nacional debía recordarse con tristeza y proceder con duelo y arrepentimiento; subestimar la santidad divina podía traer la muerte como había sucedido con los hijos de Aarón (Lv 10).

Rol de pueblo Lv 16:20-31
Todo el pueblo y los extranjeros que moraban con ellos debía guardar este día como estatuto permanente y humillar sus almas, nadie debía ignorar el acto porque Aarón estaba intercediendo por cada uno de ellos. El Señor enfatiza que ese día de reposo era en favor de ellos para tomar completa consciencia del pecado y de la limpieza lograda por la expiación. Las vestimentas habituales del Sumo Sacerdote eran de materiales de colores, bordados, oro y joyas, de tal manera que su apariencia era la de un rey; pero, en este acto su vestimenta simulaba la de un esclavo: cuatro prendas simples de lino blanco. En la presencia del Señor incluso el sacerdote es despojado de su honor y se convierte en un simple siervo del Rey de Reyes (ver otros pasajes donde las vestimentas de lino se describen en la presencia del Señor Ez 9:2-3,11,10:2, 6-7; Dn 10:5, 12:6-7, Ap. 19:8). Ante Dios, todos deben presentarse con sencillez y humildad. Siglos después, el mismo Rey de Reyes se rebajó hasta lo sumo quitándose su túnica y con el mismo atuendo de un siervo lavó los pies de sus discípulos (Jn 13:4-7, Fil 2:5-8). El pueblo fijaba su atención en las dos cabras: una sacrificada y cuya sangre se introducía al Santísimo y se rociaba sobre el asiento de la Presencia de Dios mismo. Era la única vez que la sangre de un sacrificio por el pueblo se colocaba en el lugar Santísimo. Pero el segundo animal cargaba con todo el pecado del pueblo (ya que el Sumo Sacerdote ponía sus manos sobre él y confesaba todos los pecados no reconocidos ni confesados) y luego era entregado a un responsable de llevarlo al desierto con el propósito de que el animal nunca volviese al campamento. La tradición judía dice que ese chivo expiatorio era llevado a un alto acantilado y desbarrancado para asegurarse que no volviera y dar así más tranquilidad a quienes habían depositado su culpa sobre él (ver Lv 16:22 y 26).

El resultado de la expiación Lv.16:32-34
Con la purificación del santuario y la limpieza de todo el pueblo, Dios permanecería un año más entre ellos. El mal más temido por Israel era la ausencia de Dios en la morada que le habían preparado. Tiempo atrás, cuando habían caído en el pecado de idolatría con la fabricación del becerro de oro, Moisés debió suplicar al Señor que no les abandonase (Ex 33 y 34). Dios entonces, prometió morar con su pueblo y para ello estableció el Tabernáculo y todo el sistema sacerdotal siendo la cumbre de esta provisión divina el Día de la Expiación. Quizá el fallo del pueblo fue concentrarse en el rito y creer que esa práctica los dejaba en condición de impecabilidad ante Dios. Los fariseos en época de Jesús competían por lograr esa pureza ritual sin entender que nunca podían limpiar su impureza interior (Mc 7:1-3; Fil 3:4-7). Seguramente el israelita sincero entendía que los rituales levíticos eran actos imperfectos que demostraban la necesidad de una limpieza definitiva que sólo Dios podría aplicar (ver Salmo 51:1- 3,16-17, Is 1:11-20).

El sacrificio expiatorio perfecto
Este día anticipa la obra del Mesías Jesucristo quién hará una entrega perfecta y definitiva en favor de su pueblo y oficiará como un sacerdote perfecto, mejor que le sacerdocio aarónico. El macho cabrío que fue sacrificado anticipa la muerte en la cruz donde el Señor vertió toda su preciosa sangre. El macho cabrío que fue expulsado del campamento (para nunca volver) simboliza una agonía mayor de Jesús, su separación del Padre debido al hecho de que todos los pecados de todos los redimidos fueron llevados por Él a la cruz. Este sufrimiento particular es el que relata Lucas en el huerto de Getsemaní que fue el aspecto más aterrador de la obra redentora de Cristo que recibió por ello el castigo de la ira de Dios sobre Él. En el libro a los Hebreos hallamos la comparación completa entre los rituales del Día de la Expiación y la obra final y completa de Cristo en la cruz y como Sumo Sacerdote de todos los creyentes. Aunque Aarón fue un prototipo de Cristo como sacerdote del pueblo, Hebreos nos relata la superioridad de Jesús sobre aquel: hombre santo, inocente, inmaculado, que no necesita ofrecer ofrenda por sí mismo. Aarón murió, pero Cristo vive para siempre. El lugar del ministerio de Cristo es celestial, mientras que el de Aarón era terrenal. Aarón y todos los sacerdotes debían ofrendar sangre animal, Cristo ofreció su propia sangre y los resultados de su sacrificio son mayores: mientras que el ritual aarónico posponía las consecuencias de la impureza por un año calendario, Cristo quitó por completo y para siempre la paga del pecado (Ro 3:23-25). Luego del ritual aarónico, Dios toleraba al pueblo un año más pero la obra de Cristo trajo perdón definitivo. Aarón sólo podía acercarse a Dios una sola vez al año, pero cuando Cristo murió en la cruz, el velo se rompió y el acceso a Dios quedó definitivamente abierto para todos aquellos que ingresan en los méritos del Hijo de Dios (He10:19-22)

OBJETIVOS DE LA LECCIÓN
• El Día del Perdón o Día de la Expiación era único en solemnidad porque Dios requería una limpieza ritual que apuntaba a la necesidad de limpieza interior. Por ello se requería purificar tanto el santuario como los pecados imperceptibles o desconocidos que el pueblo no había reconocido a lo largo de cada año calendario
• El Sumo Sacerdote tenía la responsabilidad de interceder ante Dios, pero, primero debía limpiar su propio pecado para recién oficiar en favor del pueblo
• Era el único día del año en que se permitía ingresar al Lugar Santísimo con el propósito de dejar la sangre del sacrificio sustitutorio sobre el propiciatorio, una bandeja que era llamada el “asiento de la misericordia” porque Dios aceptaba permanecer otro año entre su pueblo gracias a la ofrenda de sangre derramada
• La expiación es un término legal que indica satisfacción por el cumplimiento de la pena gracias a un sustituto. Esa pena supone sufrir el castigo por la rebelión hacia quien es santo y justo
• El medio que la Biblia indica para la expiación es la sangre y esta debe ser derramada de una vida que se pierde en forma violenta (ver Gn 4:8-10, Lv 17:11, He 12:24).
• En el Día de la Expiación el Señor aceptaba las ofrendas y prometía permanecer temporalmente un año con ellos, pero el sacrificio de Jesús en la cruz logró el perdón eterno de todos los que aceptan su sacrificio sustitutorio (He 9:12)

©Alejandra Lovecchio de Montamat