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Colección de Estudios Bíblicos - Preparados por Alejandra Montamat.

El principio de nuestra historia. Génesis. Entrega 18.

¿Qué caracteriza la fe de quién recibe salvación divina? ¿Dónde estaba Cristo en la experiencia de Abram? ¿Qué tres regalos de Dios son necesarios para salvación? ¿Qué significa madurar en la fe: recibir lo prometido y creer al Dios que lo prometió? Por qué los cristianos de fe bíblica estamos seguros de nuestra salvación? ¿Por qué Abram murió seguro que su descendencia poseería la tierra prometida? Una lección que presenta la primera expresión bíblica de la justificación por la fe

LA FE QUE JUSTIFICA
Génesis 15:1-21

Desde el capítulo 12 hemos visto cómo Dios fue desarrollando la fe en la vida de Abram. Hasta este momento podemos decir que su confianza en el Señor se manifiesta en términos generales apoyada en las promesas hechas en Génesis 12: 2-7 (bendiciones materiales, posesión de una tierra y una gran descendencia). Pero, conforme Abram enfrenta distintas crisis, Dios va guiando su fe desde lo abstracto a lo concreto y desde lo general hacia lo particular.

No hay justo ni aún uno
Desde la caída en Edén, la Biblia enseña que no existe hombre ni mujer que sean justos según la regla divina; por eso Dios ha preparado un plan por el cual nacerá de la simiente humana el único justo capaz de transferir su justicia a muchos más. Esa justicia debe ser recibida y aceptada por las personas que deseen estar a cuentas con Dios y ser librados del castigo de su ira. En este estudio encontramos un hito bíblico ya que por primera vez hallamos la doctrina de esa justicia imputada que denominamos: justificación por la fe.

El deseo de un heredero Génesis 15:1-6
Aunque recientemente había logrado una victoria atronadora y había recibido el reconocimiento del rey de Sodoma y de Melquisedec, Abram parecía temeroso y deprimido. Quizá temía una posible represalia de los reyes enemigos, pero Dios le aseguró que sería su escudo ante tal posibilidad. Entonces se sincera con Dios y menciona el motivo de su tristeza: llegando ya a su vejez, no había engendrado ningún hijo. ¿De qué le servía ser vencedor y acumular fama y riquezas sin herederos con quién compartirlas? ¿No sonaba irónico que su nombre Abram significara “padre enaltecido”?

Confiar contra toda lógica
En el antiguo oriente había una costumbre legal entre quienes no tenían herederos biológicos: se adoptaba al hijo del mejor servidor o mayordomo; éste debía cuidarlos en su vejez y segurar un entierro digno a cambio de recibir en herencia los bienes de sus padres adoptivos. Parece que Abram ya había considerado aplicar esta práctica, cuando Dios le aseguró que tendría un hijo de su propia simiente; es más, como un desafío a su imaginación lo llevó a ver la noche estrellada del desierto, un espectáculo de luces infinitas y le propuso que si podía contarlas entonces podría contar su descendencia. Los ojos de Abram se habrán humedecido de emoción ante tal extraordinaria promesa, entonces el escritor sagrado detalla lo que sucedía dentro del corazón de este siervo de Dios: “Y creyó a Jehová y le fue contado por justicia”.

Confiar en el método divino
Esta es la primera vez que aparecen los vocablos: creer y ser justificado. Aunque al leer el párrafo parezca que recién allí nace la fe en Abram, la gramática de la escritura hebrea sugiere que la fe no se inició en este momento. En Hebreos 11:8 se detalla que la fe de Abram ya se manifestó cuando él salió de Ur, entonces debemos preguntarnos por qué Moisés menciona su justificación por la fe recién en este momento. Lutero dio una explicación que puede darnos luz acerca del motivo: La fe que justifica fue mencionada recién en esta ocasión para enfatizar que la fe que salva debe focalizarse en la persona y la obra de Jesús. Cuando Dios prometió una simiente a este patriarca tenía en mente el descendiente especial, aquel justo que un día pisaría la cabeza de la serpiente. Cuando Dios le prometió la llegada de un hijo propio a través del cual vendría la bendición al mundo entero, Abram literalmente “se apoyó en Dios”. No sabemos cuán completo era su entendimiento acerca de cómo haría Dios efectiva su promesa, pero Jesús nos confirma en un pasaje del Nuevo Testamento la alegría que experimentó el patriarca aquel día: “Abraham vio mi día y se alegró” Juan 8:56

La fe que justifica
Cuando la fe de Abram fue más definida, cuando se focalizó en la promesa del descendiente por medio del cual vendrían todas las bendiciones, entonces Dios anunció que la fe de Abram era una fe para salvación. ¿Qué caracteriza la fe que se aferra a la salvación que Dios ofrece?
1- Es personal: no sólo cree que hay un Dios, es la que se apoya en el Dios que actúa a su favor. Los creyentes verdaderos conocen a Dios porque Él reside en sus vidas.
2- Está basada en las promesas de Dios: Abram creyó aquello que Dios le reveló. Los creyentes creemos aquello que Dios reveló en su Palabra.
3- Siempre actúa en consecuencia: quien posee verdadera fe obedece y actúa de acuerdo con lo que Dios revela. Las obras de Abram no iniciaron su fe, pero la demostraron (Stg. 2:14). Los creyentes no vivimos nuestra fe en forma abstracta, sino que actuamos cada día en distintas circunstancias demostrando realmente que la poseemos.

Origen de la fe
Cuando Moisés escribió que la fe de Abram le fue contada por justicia, no estaba diciendo que a cambio de su fe Dios le consideraba justo, pues eso significaría un intercambio entre el hombre y Dios. La fe de Abram y la de todo creyente no puede ser un mérito personal que obtenemos por esfuerzo mental o espiritual. La fe en sí misma es un regalo de Dios (Ef 2:8-9). La fe de Abram descansaba en su futuro hijo y en su descendencia, de la cual vendría el mesías quién sería el único capaz de proveer justicia para los hombres pecadores.

Justicia imputada
La fe es un regalo de Dios para el hombre, pero la justificación llega a través de un proceso legal conocido como “imputación”. Significa que alguien justo nos confiere su propia justicia. Entonces: Abram fue legalmente declarado justo por Dios porque confió en Él que es el único justo y el que justifica; y para que no quede duda que la salvación viene del Señor, la fe para creer en la justificación también es regalo divino.

Tres regalos
Entonces hay tres regalos de Dios para alcanzar salvación: la fe para creerle, la obra de su Hijo Jesucristo quién cumplió toda justicia al morir en la cruz por el pecado de cada elegido y la imputación de su justicia a favor de los redimidos.

El pacto de la tierra 15:7-21
Habiendo confirmado la salvación de su siervo, ahora Dios sigue fortaleciendo su fe respecto de la tierra prometida. A la pregunta de Abram acerca de cómo heredaría un territorio que no le pertenecía, Dios pronuncia uno de sus pactos solemnes: Él era el dueño de la tierra y la daría a quiénes Él quisiera. En varios pasajes posteriores, Dios declara ser el legítimo poseedor de la tierra de Israel (ver Lv. 25:23), su pueblo sería administrador y recibiría bendición mientras obedeciera a su Dios, creador y sustentador.

Cortar el pacto
Para asegurar esa posesión le propuso un pacto a la usanza de la época: se traían animales y se los cortaba por la mitad, de esta manera cada parte del trato pasaba rodeando una mitad y se comprometía a cumplir su parte bajo juramento de maldición (moriría como ese animal si no cumplía). Pero antes que esto sucediera, Abram cayó en un sueño profundo que le produjo gran terror y consternación. Algunos eruditos entienden que experimentó la natural actitud del hombre pecador frente a la presencia santa del Señor, otros ven en este miedo y terror la señal del juicio divino sobre el pueblo de Israel que se cumplió durante los 400 años de cautiverio en Egipto. Lo que revela el Señor a Abram es que poseerían la tierra no sin pasar previamente por muchas dificultades. Mientras hubo otros pueblos habitando aquel territorio, Dios esperó hasta que su maldad colmara la medida de su paciencia para expulsarlos. A la hora de corroborar el pacto, sólo Dios (en la figura del horno humeante y la antorcha) pasó entre ambas partes, confirmando así un pacto unilateral e incondicional. El cumplimiento de este dependía solamente de la fidelidad de Dios, pero nuevamente Abram tenía que creer al Señor.

Conclusión
A partir de ahora veremos la fe de Abram descansando siempre en la presencia de Dios con él. Sabía que algún día se cumplirían las promesas, pero desde entonces su esperanza y alegría dependían de la presencia cercana de Jehová; sólo eso le bastaba. Mirando hacia el final de los días de Abram, veremos que recibió la bendición de un hijo de Sara, aunque pasarán muchos siglos hasta la llegada del Redentor. Tampoco llegó a ser dueño de Canaán (sólo de una porción pequeña en Macpela), pero murió confiando en su Señor. Así desea Dios que vivamos sus hijos, esperando el día que manifieste su completa justicia. Mientras tanto Él nos guía cada día y en cada circunstancia, y es en cada prueba y en medio de la tempestad cuando madura nuestra fe. Lee Salmo 73, Romanos 8:31-39 y Hebreos 12:1-13

Para reflexión
1- ¿Cómo resume Génesis 15:6 la doctrina central de la fe cristiana? Escribe con tus propias palabras lo que ello significa
2- Cuando alguien declara ser salvo por la fe es porque ha comprendido y abrazado las verdades bíblicas que expresan por qué somos salvos. Detalla al menos 3 pasajes que expresen esta realidad.
3- ¿Cómo podemos comprender que alguien ya es salvo? ¿Qué acciones y cambios de conducta ves en la vida de Abram que demuestran que era un hombre que aprendió a vivir por fe? Puedes leer Hebreos 11:8-13 y Romanos 4 para ayudarte.
4- ¿Por qué podemos decir que el pacto de Dios con Abram acerca de la posesión de Canaán fue unilateral e incondicional?
5- Muchos cristianos piensan y enseñan que la fe de una persona se demuestra cuando recibe aquello que solicita a Dios. A lo largo de su vida Abraham recibió varias promesas de Dios, pero sólo pudo ver cumplidas algunas ¿Significa eso que su fe no fue lo suficientemente madura? Lee Hebreos 11:39
6- ¿Cuándo crees que veremos manifiesta completamente la justicia de Dios? ¿Será en esta vida?